
Es de noche. El viento, a fuera, ruge y abraza a los árboles. Se comporta como un salvaje, solo para llamar la atención... Toda la luz que hay, es la que desprenden las farolas, de color naranja, que apenas llega a ésta habitación.
No tengas miedo- Me susurra al oído. Y siento como sus dedos, recorren mi rostro. Como tiernamente, coloca mi pelo detrás de mi oreja. Los dedos de su otra mano, quedan entrelazados entre los dedos de la mía. Su rostro, roza, suavemente el mío. Sus labios, se acercan, con dulzura a los míos.
Y, de pronto, el mundo entero queda tan pequeño, que cabe, aquí mismo. No hay espacio entre los dos. No hay palabras, porque en un silencio como éste; eterno, fugaz, dulce y sutil, solo es necesario sentir que estamos aquí, que me rodeas con tus brazos, y que eres tú y nadie más; pues, en silencio lo decimos todo, absolutamente todo, sin palabras.
Solo suena una dulce melodía, que trata de unir nuestros corazones, en un fuego que solo durará esta eternidad, en un instante de felicidad, de plenitud, de tranquilidad y calma, de delicadeza, en que... solo existimos uno solo.
Solo deseo, que esta felicidad que ahora sentimos, dure para siempre... así que, ven conmigo, hasta el horizonte, en este mar lleno de un solo corazón... nuestro corazón.