Cuando cierro los ojos no sé en qué pensar. No sé si siento que
me apeteces o que simplemente no es lo que durante tanto tiempo ambos hemos pretendido. Me da pánico dejarme llevar. Tu dolor es mi dolor. Cada una de tus lágrimas atraviesa cada lóbrego recodo de mi interior; como si estuviera a punto de saltar por un gran acantilado y no supiera quién o qué hay al final. Pero, ¿Sabes una cosa? Al fin y al cabo,
el dolor está hecho de recuerdos. Por eso quisiera olvidarte.